PRUEBA GRATIS✨  SEMANA PUERTAS ABIERTAS  ✨  DEL 22 AL 30 ABRIL
 622 35 34 77
hola@tandemespacioholistico.com
C/ Pedro Aleixandre 59, 46006 Valencia
Ruth es...

Provocadora
Emocional
Natural

Su personalidad va más allá de hacerte sentir: te lleva a explorar, cuestionar, a hurgar y transformar esas emociones en motor de cambio. En cada encuentro, te impulsa a salir de la comodidad emocional para conectar contigo desde otro lugar completamente diferente.
Ruth Reyna Vidal
La vida no suele tener un guión perfecto.
La mía, menos.
No crecí en el escenario ideal, sino que aprendí a ver el caos como un maestro. 

Mi madre me tuvo con solo 19 años, joven, sola y metida en una espiral emocional que tambaleaba entre el lado oscuro y su fuerza interna. Su vida antes de mi ya estaba marcada por las drogas, malas decisiones y las heridas abiertas. 

Pasé por 8 colegios, demasiadas ciudades y más casas de las que puedo recordar. Cada mudanza era un borrón y cuenta nueva, nunca había espacio para empezar realmente de cero.

Sigamos.

Mi madre no fue de las que abrazan ni de las que te hacen sentir que el mundo es un lugar seguro. Su caos se convirtió en el mío, y tuve que aprender a sobrevivir en un terreno hostil. Era como tratar de construir algo en una tormenta que no paraba. Con el tiempo, entendí algo: ese suelo inestable se convirtió en mi maestro. No fue amable, pero me enseñó a ser fuerte.

El cáncer le acechó en silencio durante más de 10 años. Finalmente, la enfermedad le ganó la batalla con 61.
¿Y mi padre? Pues no hay mucho que contar.

No estuvo. Tan sencillo y tan complicado como eso.
A los 16 años, hubo un acercamiento. Nos encontramos, compartimos un cubata o dos, y lo que nació fue una relación cordial. Nada de abrazos tiernos ni conversaciones para enmarcar. Cordialidad, ni más ni menos.

Con esa herencia emocional, y como hija única, crecí. Como ya podrás imaginar, no fue fácil. Aprendí a encontrar mi propio equilibrio en medio del caos, a buscar la luz donde solo había sombras, a abrazar mis vulnerabilidades para convertirlas en mi mayor fortaleza.

A los 18 años decidí volar por mi cuenta y me fui a vivir sola. Fue una etapa donde me sumergí en el fango, en esa parte más oscura y caótica de mí misma que, de algún modo, precisaba enfrentar. Arrastraba mucho peso de lo vivido y no tenía idea de hacia dónde me llevaría todo aquello.

Dentro de mí algo estaba gestándose y a los 23 años, mi mundo explotó. Ansiedad, ira y un vacío que no sabía cómo llenar.

Decidí parar. Supe que algo en mí tenía que cambiar. A los 24, empecé a cuidarme por dentro y por fuera.

 Alimenté mi mente, mi cuerpo y mis emociones como nunca antes lo había hecho. Ahí comenzó mi camino de autoconocimiento, esa búsqueda por entender no sólo qué hacía aquí, sino para qué. Por qué había nacido donde nací, por qué había elegido a mi madre y qué significado tenía todo ese caos que me había rodeado.
Ruth Reyna Vidal
Alicante fue mi ciudad natal, sin embargo, a los 27 años decidí mudarme a Valencia.

 ¿La razón? El amor. 

Un amor que duró tres años. Sin embargo, algo en Valencia me llamó a quedarme. No era solo la ciudad; era el nuevo capítulo que se estaba escribiendo en mi vida.

Seguí explorando, creciendo, aprendiendo. Y fue entonces cuando encontré lo que realmente significa amar. Me enamoré profundamente. Me casé. Fueron siete años de una relación bonita, de esas que te enseñan lo que es el amor incondicional. Aprendí a dejarme cuidar, a ser mejor, a entender que el amor también puede ser una herramienta para sanar.
Cuando el amor terminó, comenzó algo más grande

A los 37 años, la relación que había sido mi hogar llegó a su fin. El amor se apagó, y con él, una etapa importante de mi vida. No fue fácil, y si necesario. Porque en ese final encontré el espacio para profundizar en mí misma, para verme con más claridad y crecer de una forma que nunca antes había imaginado.

Fue un momento de aprendizaje y superación, de volver a encontrarme desde otro lugar, más auténtico, más real. Ese cierre, aunque doloroso, se convirtió en una puerta abierta hacia algo mucho más grande.

Y fue justo en ese camino de reconexión conmigo misma cuando apareció quien hoy es mi compañera en este Tándem. Alguien que no llegó a llenar vacíos, sino a sumar y a volver a construir. Un encuentro que reafirmó lo que ya estaba aprendiendo: la vida siempre tiene algo reservado para ti, si tienes el valor de soltar lo que ya no es.
El momento del despertar
Veinte tres años de experiencias, aprendizajes y autoconocimiento.

Veinte tres años de leer, experimentar y vivir. Durante ese tiempo, fui poniendo orden a mi historia, hilando cada lección y cada desafío para entender qué hacían en mi camino. Fue entonces cuando decidí formarme para acompañar a otros en el suyo.

Comencé a buscar respuestas, participé en encuentros, talleres y formaciones de alto impacto. Cada uno de ellos me acercó más a esa pregunta que había rondado mi mente por años: ¿para qué estoy aquí? ¿Qué sentido tiene mi vida y mi paso por este mundo?

Con esa intención clara, me adentré en disciplinas que transformaron mi forma de entender la vida y a mí misma. Me formé en PNL Sistémica, en Coaching, en Psicología Holística. Descubrí el poder de las terapias energéticas, como Reiki, y el impacto sutil pero profundo de herramientas como las Flores de Bach, entre muchas otras.

Cada formación no solo me dio herramientas; me ayudó a conectar los puntos de mi propia historia y a encontrar en ella un propósito. No solo aprendí técnicas, sino cómo utilizarlas para transformar, sanar y guiar a otros que, como yo, también buscan respuestas y un camino con más sentido.
Ruth Reyna, co-fundadora de Tándem Espacio Holístico
De la tarima en los 90 al mat de yoga
No fui a la universidad, la vida me enseñó de todo. Y digo de todo. A los 18 años ya estaba subida a tarimas bailando en la noche. Me encantaba. A la vez, pasaba por trabajos como camarera o dependienta.

Un día, mi amor por los animales me llevó a algo diferente: la peluquería canina. Me formé, trabajé y disfruté muchísimo de ese mundo. Mientras arreglaba y cortaba mechones, algo dentro de mí buscaba más.

Ahí apareció el gimnasio, donde no solo entrenaba, sino que creé vínculos y una forma de vida. Fue tan fuerte esa conexión que, a los 29 años, decidí dedicarme al fitness. Me formé en clases colectivas, aprendí técnicas, di muchas disciplinas y no paré de evolucionar. Era como si cada paso me acercara a algo más grande.

Ese “algo” se reveló con el yoga. Rápidamente se transformó en una herramienta clave para mí y para acompañar a otros. Lo uní con pilates, entrenamientos de fuerza y todo lo que había aprendido.

Hoy, todo eso forma parte de lo que soy. Porque la vida no se trata de dónde empiezas, sino de todo lo que decides construir por el camino.

Hoy, mi vida está dedicada a eso mismo: a acompañar a otros a reencontrarse, a crear su equilibrio y a recordar que incluso desde los terrenos más áridos, se puede florecer. Mi historia no está envuelta en lacitos ni en discursos dulzones. Es real, cruda a veces, y auténtica.

Esa infancia y juventud me enseñaron algo esencial: somos mucho más que lo que heredamos. Desde esas raíces, he construido una vida que abraza lo holístico y lo humano. Cada práctica de yoga, cada terapia, cada acompañamiento en mi espacio es mi forma de reconciliarme con ese pasado y transformar la vulnerabilidad en fuerza.

Hoy, mi misión como Proyectora (y mucho más) es clara: acompañar, guiar, mejorar, optimizar. Transformar la vida de los demás para que encuentren sus propias metas a nivel personal y sistémico. Porque sé que, aunque el camino no sea fácil, es posible renacer desde el caos y crear algo lleno de propósito.

Si estás aquí, te doy la bienvenida a mi historia y, quizá, al inicio de la tuya.
envelopephone-handsetmap-marker